...el festejo de todos los muertos entraba en su ahogo final, la gente aturdida, atragantada por la cadencia carnavalesca del vino, se entregaba de cuerpo y alma a las variadas piezas que cíclicamente se sucedían, enhebradas una tras otra sin costura aparente para el ojo embriagado, ciego, impávido ante el llamativo desgano del trapecista encapotado, las manos de ella buscándolo en vano en el aire, su hoz filosa y disonante, una mueca parca mientras caía, la red debajo toda cortajeada, la muerte entre la muchedumbre disfrazada, celebrando, aplaudiendo las acrobacias a rabiar...
jueves, 6 de mayo de 2010
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